martes, 6 de enero de 2015

"Natrus els catalans"


El tema de la Independencia de Catalunya es mucho menos nuevo de lo que la gente se piensa. Y aunque es cierto que solo una minoría ha manifestado desde siempre el deseo y la necesidad de esa meta, también lo es que, no muy en el fondo, también estaba ese deseo en el resto de catalanes, ya fuesen nativos o asimilados. Lo que sucede es que para esos catalanes había un sentido, también muy catalán, denominado “seny” que les decía que eso no era posible.
Bueno, en Catalunya acostumbramos a llamar “seny” a lo que muchas veces no es más que “miedo”. Ya sea miedo a las consecuencias, miedo al cambio o miedo a perder nuestra relación con una España a la que también queremos. No en vano, la mayaría de nosotros los catalanes, tenemos una parte de nuestros orígenes, en las tierras de España.
Pero lo triste es que esa España que debió mimar a Catalunya y quererla. La que debió recordar que muchos de sus hijos se habían refugiado en Catalunya para poder tirar para adelante. Esa España se creyó en el derecho de volver a robar el pan a los que allí se habían ido, para volver a enriquecer a los señoritos que les obligaron a huir de España.
Por lo general, siempre que se habla del tema catalán todo parece mucho más complejo, pero no lo es. Solo son capas y capas, de emociones, traiciones, mentiras, intereses… pero la pura realidad es que a ningún español de bien le debería preocupar que Catalunya se independizara, porque en verdad nada les llega a ellos de lo que allí se roba, porque hasta las infraestructuras que se hacen con ese dinero, son inutilidades como el AVE que, ni aportan riqueza, ni durarán el tiempo suficiente. Solo son una excusa para desviar un dinero que hace falta en otras partes.
Pero el ser humano es tan mezquino que si se le da algo o a alguien a quien odiar, se olvida de la realidad que le rodea, y muchos votantes del PP (por ejemplo) votaron a ese partido, que solo ha servido para dañar las estructuras funcionales de nuestro país, solo porque les brindó la posibilidad de odiar a alguien. Esa es una de las muchas capas de emociones que hoy enturbian la realidad y, a un tiempo, aceleran la necesidad de independizarnos.
Pero con todo esto, alguno dirá que hay catalanes que no quieren la independencia. Yo me limito a decir que eso no es así, que hay catalanes que no saben que quieren la independencia, catalanes que ponen sus intereses personales (aunque muchos quieren creerse que son intereses generales) por encima de los del pueblo catalán y colonos que se hacen llamar catalanes cuando no saben lo que eso significa.
A todos los catalanes les gustaría que Catalunya fuera independiente, pero la gran mayoría de catalanes no está dispuesta a sacrificar nada para lograrlo. Han tenido que ser muy grandes los desencuentros con Madrid, los agravios del gobierno central y muy poderosas las amenazas de seguir durmiendo con un auténtico enemigo; para que una gran masa de catalanes se ponga de acuerdo y en movimiento, hacia lo que ya no es un sueño sino una necesidad: la Independencia.
Y aun cuando las evidencias son tan tozudas, algunos buscan resquicios para evitar el enfrentamiento. Recuperan el sueño trasnochado de una España federal que respete las Bases de Manresa (cuando no pudo respetar ni un Estatut mutilado). Y juegan, por ese sueño, al sueño de Podemos, que traerá una nueva Constitución donde aún no existe ni una sola letra.
A estos últimos yo puedo decirles que a España, con Podemos o sin ellos, aún le faltan muchos años para alcanzar la democracia. Porque la democracia debe enseñarse desde pequeños y España lleva muchos años de PP y PSOE y aún no ha pisado por otra escuela que no sea la de los herederos del Paco. Por eso les diría que Catalunya ya tiene un proyecto de Constitución y España solo un papelote que el Tribunal Constitucional reinterpreta, en el perjuicio de todos, cuando le viene en gana.
A todos esos que el sacrificio les atemoriza, puedo afirmar que yo también tengo miedo, pero que, tal y como están las cosas, me da mucho más miedo seguir en España. Fuera las cosas van a ser muy difíciles, pero dentro serán imposibles.
Y para los que no tienen ninguna duda (pero ninguna) sobre que Catalunya es España, solo puedo decirles una cosa: no se autodenominen catalanes, porque ni lo son, ni comprenden la realidad de ese término. Ustedes, hayan nacido donde hayan nacido, tengan la herencia que tengan, son simples colonos que ocupan una tierra a la que no entienden y se mezclan con un pueblo al que en realidad ni quieren, ni respetan. Porque solo que guardaran un poco de respeto por esos conciudadanos con los que se cruzan a diario, ya tendrían que tener un millón de dudas sobre la viabilidad de la actual relación entre Catalunya y España.

Y a los señores de Podemos, y en especial a Pablo Iglesias, le pediría que primero escuche a los catalanes antes de tomar según qué iniciativas, porque puede que, sin saberlo, este pidiendo a muchos catalanes que se traicionen a sí mismos por un sueño incompleto. Porque la Casta siempre será la Casta, pero hay abrazos que descargan toda la ansiedad de un pueblo mucho más allá de los clasismos sociales. Y es que el amor, como el odio, no entiende de clases, pero el primero es mucho más sano que el segundo. Por eso yo nunca negaré un abrazo a nadie si es que la ocasión lo merece.

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