domingo, 21 de junio de 2015

¿Por qué los valores militares son tan malvados?

Imagen de abc.es


Para contestar a esto no habría que extenderse demasiado, pero en esta ocasión lo vamos a hacer para que no queden huecos en algo que no es un simple razonamiento, sino una realidad que cada poco tiempo nos sacude haciendo que supuestos gobiernos democráticos actúen mal ante la amenaza de una asonada.
Si señores, la limitada democracia española ha sufrido varias amenazas por parte del ejército español con posterioridad al 23F y al caso Galaxia. De muchos de esos intentos no habremos ni oído hablar, pero Felipe González en sus memorias nos relata que tras el atentado de Hipercor (16/6/1997), del que hay una cierta corresponsabilidad policial, el ejército intentó usarlo como palanca para sublevarse. González es muy claro explicando cómo se presentó la situación, la alarma que le generó, pero un poco menos en la forma en que se superó la situación. El segundo ejemplo nos llega ahora de la mano de las memorias de otro político, José Bono. En este caso tenemos un nombre, el del teniente general Mena, que se permitió un discurso contra un Estatut que aún estaba desarrollándose, e instaurando un clima pregolpista en la cúpula militar. Tampoco vamos a entrar en como Bono solucionó esos instantes ya que el exministro en muy dado a la fantasía. Desconocemos la auténtica gravedad de aquel instante, pero sabemos que aquello limitó los impulsos reformistas de José Luís Rodríguez Zapatero.
Son dos ejemplos, pero sabemos que hay más y, en todos ellos, el poder militar ha influenciado en los poderes democráticos limitando a la voluntad y soberanía del Pueblo Español.
Con esto ya conocemos la voluntad y el peligro que supone la institución militar a través de unos mandos que siguen asilvestrados en comportamientos de intolerancia dictatorial. Pero ahora vamos a conocer el grado de honradez de las cúpulas militares. Por desgracia lo vamos a tener que mirar desde la superficie, ya que cada vez que alguien ha tenido un impulso de honradez y ha intentado hablar y cambiar un modelo tan pecaminoso, ha sido destruido sin compasión. Tenemos el caso del teniente Luís Gonzalo Segura, que todos conocemos. Pero también están los casos de Juan Sebastián Elcano, que se terminó culpando a cadetes, pero parece que existía todo el trasfondo de una estructura creada para el tráfico de drogas y que se ha obviado. Y ahora se habla de una muerte que se trató como algo circunstancial cuando hay informaciones que hablan que el fallecido trataba de denunciar otra red de tráfico de  drogas dentro de los estamentos militares.
Hay más, pero en todas las ocasiones, tan pronto un individuo ha empezado a hablar se le ha tapado la boca. Y es que el ejército no solo tiene la fuerza de las armas, al parecer mantiene a organizaciones secretas de carácter mafioso, algo que ya sería ilegal si, además, no fuese delictivo.
Finalmente, para terminar de dar forma a esta imagen de un ejército que trata de tapar una estructura criminal o, como poco, cuyas carencias morales le impiden luchar contra sus maldades internas mientras se mete sin escrúpulos ni compasión con lo que sucede fuera y que no le compete; hablaremos del presupuesto militar. Porque, ¿a nadie le extraña que en plena crisis aumente año tras años y encima se quede corto y tenga que volver a ampliarse antes de acabar cada año? Porque el Ejército, al margen de los juguetitos tan caros que se compra para defender isla Perejil, despilfarra miles de millones cada año sin ningún tipo de transparencia. De tanto en tanto sabemos que la Casa Real tiene un presupuesto adicional a través de las Fuerzas Armadas, lo que hace sospechar que eso es así para que el monarca no delate algunos abusos de las altas esferas castrenses. También nos llegan datos de fortunas gastadas en centros de relax para los mandos: campos de golf, residencias, piscinas cuya líquido debe ser champang… porque siempre los gastos de mantenimiento de esos lugares están brutalmente inflados y, sin embargo, ningún ministro hace nada.
De todas formas, hasta hace un par de décadas, los ciudadanos teníamos que hacer la mili y todos los que tuvimos esa desdicha pudimos comprobar evidentes casos de corrupción que, incluso a un concejal de temas inmobiliarios de la era Aznar, generarían incredulidad. Basta con decir que cada mes cambiaban al suboficial de cocina de mi cuartel y al acabar este se compraba un coche nuevo… y no cualquier coche: Toyota, BMW, Mercedes… Vamos, algo que evidentemente no se podía pagar con un mísero salario de suboficial. Y si esto se permitía a los suboficiales ya podemos imaginar qué podía ocurrir subiendo en la escala militar. Lo que está claro es que ese dinero tenía que salir de algún sitio… ahora piensen qué podía pasar con los soldados de remplazo que de ningún modo en el año que iban a pasar “de romano” llegarían a formar parte del estamento militar.
En fin, ya conocemos la fuerza y la moralidad del estamento militar, ahora nos toca conocer de donde surgen sus “valores”.
Si nos fijamos en los nombres de nuestros militares, veremos que la mayoría de ellos forman parte de una Casta muy endogámica que lleva con orgullo unas pocas decenas de apellidos que se repiten una y otra vez a lo largo del tiempo. Desde los conocidos Milans del Bosch, de remoto origen catalán y, que siempre ha habido uno en todos los intentos golpistas desde el siglo XIX, fuesen estos intentos de la tendencia que fuese, pasando por los Mena, Saenz de Santamaría, Ynestrillas…
La carrera militar, de todas formas, por mucho apellido que tengas, no es fácil, en contra de lo que muchos piensan. Empiezas con un cargo muy bajo y tienes que ir subiendo poco a poco, mientras te trasladan de una punta a otra del país. Si eres la primera generación que forma parte de esa institución, habrás podido vivir en un mismo lugar durante tu primera juventud con lo que tendrás un cierto arraigo a una tierra, pero si tu familia ya lleva generaciones sintiendo en su interior la llamada del patriotismo de Casta, tú habrás vivido una infancia de aquí para allá y teniendo a otros hijos de militares como únicos amigos, por lo que tu arraigo será cero.

Y ahí es donde se esconde la respuesta a la pregunta del principio. Porque los valores militares no son malos porque el ejército cuente con más poder del conveniente para un estado democrático, ni porque todas sus estructuras estén dominadas por la corrupción y en ocasiones, incluso, la auténtica delincuencia mafiosa. La verdadera razón de que los valores militares sean tan malvados, es que están ligados a un feroz patriotismo a un país imaginario. Porque los militares no tienen arraigo con ninguna de las tierras que supuestamente forman su patria y son incapaces de sentir y respetar a los diferentes pueblos que han construido, queriendo o sin querer, la verdadera España. En pocas palabras, el ejército español es una fuerza invasora en su propio país ya que no existe en todo el ejército un solo español de verdad, son todos hijos de un país imaginario en el que solo un militar y, como mucho, un terrorista de ultraderecha, desearían vivir.

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