España vuelve a ser aquel país que pierde el brillo y el color.
Desde su llegada al poder, el PP ha procurado buscar la manera de
perpetuarse en ese poder. Pero sus fórmulas no han sido nada inteligentes. De
hecho, su ejercicio del gobierno, para todo, ha sido burdo, cruel y muy poco
imaginativo. Así que, desde el primer momento se les ha visto el plumero.
Por supuesto que sus votantes, a pesar de las evidencias, en un primer
momento trataron de negar la evidencia que sus ojos les mostraban. Como
votantes eran responsables del daño que el Partido Popular estaba haciendo a
este país. Así que, por lo general, al no poder decir nada bueno de la
actividad gubernamental, muchos tendieron a culpar a los movimientos ciudadanos
de la actitud de ese gobierno al que ellos habían llevado al poder del Estado.
Para el Gobierno esta era una oportunidad que no iban a desaprovechar para
actuar contra esos movimientos. Pero es que el PP lo ha hecho con tanta saña que,
al final, hasta un votante descerebrado del PP tiene que coincidir en que el PP
no es bueno para la democracia.
Sorprende que un gobierno perviva a miles de casos de corrupción; a una
Reforma Laboral que ha destruido más empleo del que se podrá crear en décadas,
dejando el tejido industrial del país bajo mínimos; que ha roto los
presupuestos de las CC.AA. que podrían salvar a este país, haciendo que casi desaparezcan
los servicios sociales que son la única razón que justifica los impuestos; alimentando
el odio entre comunidades y minusvalorando las señas identitarias de los
pueblos que conforman el Estado español hasta forzar el crecimiento de todo
tipo de desafecciones e impeliendo movimientos independentistas que pueden ser
definitivos; ignorando el sufrimiento de la ciudadanía permitiendo que muchos
de los enchufados del partido digan al pueblo frases sumamente hirientes y no
sancionando a los autores de esas frases (del “que se jodan”, pasando por el “pues
métete a puta”, hasta llegar al “no hay niños con hambre pero sí obesos”);
poniendo trabas a las investigaciones que no les convienen y violando
continuamente la independencia del poder judicial, para imponer a través de
este lo que no era viable por vía política… Todas las maldades del gobierno y
pre-gobierno del Partido Popular son imposibles de enumerar en un solo artículo,
incluso un libro necesitaría ser muy voluminoso para ello. Porque, como dijo en
su día el hoy ministro Floriano, lo suyo es “un ejercicio de democracia masiva”
que recuerda a aquella otra “democracia orgánica” del Generalísimo Franco.
Pero centrémonos en toda esa legislación que, inspirada por el inefable
ministro de interior, el señor Fernández-Díaz, ha ido blindando ese poder y
poniendo censura a las actividades y actos de protesta contra este retorno a
los abismos de la dictadura y el tercermundismo. Y digo lo de inspirado, porque
este catalán vallisoletano de principios fascistocatólicos, no tiene la
capacidad intelectual suficiente para redactar las leyes que promulga, como en
su día tampoco lo estuvo Corcuera. Finamente, la espiral de prohibiciones y
leyes de restricción de libertades, amparadas por un Tribunal Constitucional,
que podría perfectamente celebrar sus reuniones en Génova 13, ha terminado
elucubrando y aprobando la indeseable “Ley Mordaza”.
Si se le roba al pueblo la posibilidad de lo único que le quedaba, la
protesta, es como poner al fuego una olla a presión con la válvula de seguridad
bloqueada. Nunca sabes cómo ni cuándo va a explotar, pero sabes que lo hará.
Por todo esto, cuando la semana pasada un votante despechado del PP hizo un
alunizaje (nunca mejor dicho de tan en la Luna que está esta gente) dentro de
la sede principal del partido, fui consciente de que aquel era el comienzo de
una espiral que, si el gobierno no afloja sensiblemente la presión, terminará
de una forma tan terrible que no puedo ni imaginar.
Ellos mejor que nadie deberían entender el problema que están generando.
Vieron como la presidenta de la Diputación de León generó una gran presión
sobre una familia de su entorno y esta terminó explotando y matándola. Pues
ahora ellos están centrando esa presión sobre todo el pueblo español. Cierto es
que la gran mayoría de ciudadanos son aún más pacíficos que los de otros países,
donde ya se estarían creando guerrillas callejeras, pero hay ciudadanos
(especialmente exvotantes del propio PP) que son capaces de acciones radicales
y muy violentas.
Francamente, me asusta más la violencia que puede traer la actual actitud
de este gobierno, que sus leyes kamikaze. Pero lo que más me asusta es esa
desvergüenza que les llevará a usar sus propios muertos, cuando los haya, como
herramienta electoral para intentar ganar otra vez.
Si para intentar pagar la deuda no dudaron en subir impuestos y ahora, para
ganar las próximas elecciones, repescan los 400€ e incluso el cheque bebe que
fue la base para decir que su situación era la herencia recibida del gobierno
anterior… Si son capaces de decir todo eso, imagínense lo que serían capaces de
llegar a hacer y decir si uno de ellos es tocado por la ira de la plebe, aunque
solo sea de refilón. Recuerden que en su imaginario Aznar ganó por sobrevivir a
un supuesto atentado de ETA y que esta banda voló los trenes de Atocha. Cuando
la realidad es que Aznar ganó porque Felipe González se hundió en el lodo del
GAL, y CiU y PNV le dieron al PP los votos que le faltaban, y Aznar fue más
responsable de las muertes del 11M que ningún miembro de ETA.
Es triste, pero a este país se le engaña con facilidad, siempre tan dado a
la envidia y el lamentable arcoíris de sentimientos que de esta se derivan. Y
todo esto, el clientelismo, el caciquismo y las pequeñas corrupciones sin sentido
que atrapan a aquellos que desconocen cómo deberían funcionar las instituciones
en democracia el PP lo usa con maestría. Porque el Partido Popular está
imbricado en las raíces del franquismo, e incluso en las más antiguas de una
España clerical donde los señoritos campeaban emulando a aquellos otros amos
medievales que disfrutaban del derecho de pernada y sin casi diferencias.
Porque, mientras en Rusia hubo una revolución que acabó con el feudalismo y en
Europa el Antiguo Régimen sucumbió a las revoluciones, francesa e industrial,
en España la primera fue repelida y la segunda solo cuajó en algunas ciudades
del litoral. De este modo el feudalismo no ha muerto en nuestro país, solo se
ha puesto una piel de cordero para acudir a las elecciones cada cuatro años y
vencer de tanto en tanto para recordarnos que este no es un buen país.