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Estos días estamos
viviendo un grave conflicto social, uno más, en el desalojo e intento de
derribo del centro cultural y autogestionado de Can Vías.
Personalmente no
había oído hablar nunca de Can Vías, soy
de la otra punta de la misma ciudad, pero mis conocidos que viven, más o menos,
cerca de allí, me han contado varias historias bien diferentes sobre lo que es…
o era, Can Vías.
Can Vías es uno de
esos edificios relacionados con las empresas municipales, en este caso TMB; que
un buen día fueron abandonados por el desorden organizativo de estas empresas.
Después de varios años en un cierto barbecho durante el que el edificio se
deterioraba y se convertía en un foco de peligro para el barrio, en 1997 las
organizaciones ciudadanas del barrio, tomaron la decisión de ocuparlo.
Hay que hacer un
paréntesis aquí para recordar que Barcelona es en esencia una ciudad de tradición
anarquista (en comparación a otras que lo son comunistas) y Sans, dentro de los
barrios obreros, es de los más tradicionales. Así que en lo que son
agrupaciones juveniles, el ideario asociado al anarquismo es el predominante.
Por tanto la idea de la autogestión parece cantada.
La cuestión es que
fue el barrio, a través de estos “ocupas” quienes rehabilitaron este edificio y
lo recuperaron para el barrio. Y recuperar quiere decir eliminar el deterioro
físico y social. Social porque un edificio vacío, a final de cuentas, nunca lo
está del todo y fácilmente se convierte en un nido de suciedad y delincuencia:
un peligro.
Mientras unos me hablaban
de aquel lugar como la panacea contra la crisis, y en especial la relacionada
con el trabajo juvenil. Para ellos, Can Vías, era un centro ciudadano donde los
jóvenes encontraban su primer local para desarrollar sus ideas de negocio,
lugares de ensayo. Pero no solo era para grupos de jóvenes, ya que muchas
asociaciones tenían en los locales recuperados de aquel edificio, la solución. Hay
que decir que muchas de esas asociaciones hubieran tenido que pedir al
ayuntamiento esos locales, pero la providencia municipal, como todos sabemos,
es muy lenta y selectiva… y en ocasiones solo ofrece soluciones parciales o
inútiles. Can Vías, pues, era una solución para el asociacionismo del barrio. Y
finalmente, en Can Vías, se ofrecían cantidad de cursos, para todos las edades,
de danza, música, artesanía, oficios… que eran el máximo valor del centro, a
unos precios ridículos o inexistentes.
Pero en
contrapartida había otros vecinos que no estaban tan contentos con el centro
autogestionado, del que decían que no tenía normas. Dentro de este grupo de
detractores hay dos tipos: los que viven muy cerca y los que, soy consciente de
que mantienen unos ciertos prejuicios hacia quienes son la imagen visible del
centro.
Los que viven cerca
de Can Vías me comentan que habitualmente no respetan el descanso de los
vecinos, ya que se realizan prácticas ruidosas, en lugares no aislados
acústicamente, y fuera de horarios adecuados. Tan bien se superan los umbrales
sonoros admisibles en otros horarios. Para ellos, el hecho de que Can Vías esté
abierto a todo el mundo, no es precisamente tranquilizador ya que, a su modo de
ver, concentra en la zona gran cantidad de individuos poco civilizados. Me
decía uno de esos vecinos “mientras, por lo general, todos los vecinos de
Barcelona han encontrado la forma de deshacerse de la lacra de las discotecas,
nosotros tenemos que sufrir los defectos de un after de baja estofa”.
Individuos de aspectos alternativos meando en los portales y a los que no se
podía plantar cara sin correr un cierto riesgo físico. Digamos que el centro
autogestionado no era autocontrolado y tampoco había adquirido el derecho de
admisión respecto a individuos incapaces de mantener la más mínima urbanidad.
El segundo grupo de
detractores eran menos concretos, cuando escuchaban a los primeros se
apropiaban de sus razones, pero uno podía intuir que a ellos eso no les
afectaba ¿Cuál era su problema entonces?
No voy a decir que
todos estén en la misma línea, pero la gran mayoría pueden ligarse con un
colegio que es mucho más que eso y está pegado a Can Vías: Los Maristas. Al
parecer Can Vías se ha convertido en una especie de competencia desleal para
esta escuela religiosa, ya que, mientras Can Vías ofrece cursos de oficios y
para emprendedores, gratis o muy baratos… incluso ofrecen locales para empezar
a rodar en un nuevo negocio; los Maristas no pueden abarcar un espectro tan
amplio y clavan un precio prohibitivo para la mayoría de familias. Para los
usuarios de maristas es un grave agravio que un desarrapado cualquiera pueda
tener tantas oportunidades, o más, de desarrollo profesional, que su
catoliquísima prole.
Así que, al final,
como de costumbre, la iglesia también puede estar en el fondo del problema.
Ayer, el alcalde
Trías, afirmaba que llevaba meses de diálogo con “Can Vías”, pero que el
desahucio y derribo obedecía a una orden judicial a raíz de un pleito
interpuesto por el anterior consistorio, el del alcalde Hereu. Es curioso que
unas horas antes alguien me hubiera estado comentando que el diálogo con los
ayuntamientos socialistas siempre habían salido adelante, aunque fuese a
trancas y barrancas. Está claro que ambos bandos han estado ocultando una parte
de realidad y es muy difícil tirar del hilo.
Por un lado vemos
que Trias no ha negociado directamente este tema y la información que le ha
llegado ha estado muy procesada. Incluso, por cuestiones que no vamos a
comentar, para no alargar todavía más, no se le había avisado de lo que podía
ocurrir al tomar la iniciativa de derribar “Can Vías”… y menos por qué. Por
otro lado, hay que recordar que, desde el primer momento, los Mossos d’Esquadra”
se manifestaron provocadores y violentos y que, después, no dudaron en asaltar
locales y negocios de los alrededores que tuvieran un origen en el vivero de
empresas de Can Vías; lo que implica que alguien tenía muy claro que debía
acabar con su competencia desleal. Para rematar, mientras toda esta infamia se
precipitaba, el señor Prats, jefe de los Mossos, presentaba su dimisión pocas
horas antes de que se hicieran efectivas las consecuencias de la pérdida de
confianza de ERC en él.
Estaba claro que
Trias había caído en una trampa inventada por personas afines UDC, la iglesia y
los Mossos. También está muy claro que Espadaler no tiene ningún control sobre
los Mossos, como en su día tampoco lo tuvo Félip Puig, por mucho que luego los
defendiera para disimular. Ya va siendo hora de que la Generalitat meta la
tijera en su policía para asegurarse su fidelidad al Govern y a Catalunya, que
ahora no tienen.
La otra trampa está
en el propio centro autogestionado, que, en caso de que Can Vías sobreviva a
esto embates, deberá replantearse su funcionamiento. El anarquismo está muy
bien, siempre que la gente esté educada en los valores responsabilidad y
respeto… y por desgracia, muchos vecinos pueden dar fe de que esos principios
no son muy comunes. Sí que el centro deberá autocontrolar los ruidos
originarios de su propio centro, así como el comportamiento de sus usuarios,
tanto dentro de Can Vías, como en las proximidades del mismo centro.
Finalmente, va
siendo hora de sacar de la ecuación a Maristas, que, a final de cuentas, dado
el momento en que vivimos, es un centro sectario y elitista… y que, por cierto
también acumula algunas denuncias que nadie, a nivel oficial, parece haber
tenido en cuenta.
Con estas piedras,
creo que entiendo un poco más lo que está pasando en el conflicto de Can Vías
(sin duda aún se me escaparán algunos detalles, pero que espero que solo sean
eso: detalles).
Si llegan a tu
barrio y sin previo aviso (porque los avisos no se distribuyen de casa en casa)
el ayuntamiento se carga uno de los símbolos ciudadanos… ¿cómo reaccionarías?
Respecto a los
violentos, los hay de dos tipos: los uniformados y los que no son capaces de
contenerse. Desde este punto de vista, ustedes perdonen, pero la premeditación
policial, tal y como ya se ha demostrado, me parece mucho más punible.
Y para acabar, si
Trias hubiera hecho bien su trabajo, y no hubiera delegado en incompetentes o
interesados, todo esto se hubiera podido evitar. De nada sirve una negociación
cuando se habla de cosas diferentes, cuando uno pretende establecer una posición
de fuerza y cuando quien negocia no tiene capacidad para hacer concesiones.
Estos son tres principios básicos con que la negociación consistorial ha
perdido el tiempo desde que llego Trias.
Señor alcalde, desde
la otra punta de la ciudad y con la clarividencia que me da la lejanía, le
aviso que si quiere acabar con lo que parece una guerra en ciernes, debe
remangarse e ir a negociar usted mismo, pero contemplando los tres principios
que, hasta ahora, ni ha tenido en cuenta. No estaría de más que hablara con
otras organizaciones vecinales afines al problema y que le pueden ayudar a
establecer las bases de negociación que nunca existieron.
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