martes, 18 de agosto de 2015

Sobre la soberanía popular

Imagen tomada de www.relojes-especiles.com



Decir que la soberanía emana del pueblo implica decir que solo este tiene potestad para dirigir su destino, o, lo que es lo mismo, que ninguna mayoría absoluta artificial de representación, tiene derecho a tomar iniciativas al margen de este. En un país cuya ley electoral incluya elementos como la ley d’Hondt u otras fórmulas que limiten la democracia real, la soberanía popular no puede existir si no se tratan en referéndum vinculante cada una de las leyes que se pretenden aplicar. Y si la soberanía popular es burlada en esos sistemas de representación, tampoco se puede hablar de auténtica democracia. Los gobiernos de fuerza “democrática”, donde no se representan a todas las minorías, tampoco son democráticos.
Por todo esto, hay que luchar contra la perversión de las mayorías absolutas que, en el fondo, son fuente de radicalizaciones y corrupción, pero que jamás son una representación real de la democracia.
Por otro lado, hay que entender que, si bien la soberanía debe ser del conjunto del pueblo, no se puede pedir que este sea uniforme. Por eso mismo la soberanía, para ser democrática y justa, debe entender y respetar la heterogenía del pueblo, porque allí donde no existan comprensión y respeto, la soberanía queda rota como queda roto el pueblo. Y es obvio que si tenemos pueblos diferentes también tenemos que tener soberanías diferentes.
Llegados a este punto, la “españolización” de Catalunya constituye una flagrante falta de respeto contra Catalunya y los catalanes, cuya inclusión en la soberanía española se basa en una comprensión de España no exclusivamente castellana. Así pues, la definición castellanizante de España es totalmente excluyente y obliga a definir a España por sus partes, por lo que ya no podemos hablar de un único pueblo y, por tanto, una única soberanía.
De este modo, la perversión centralista y excluyente, es fuente generadora de una soberanía propia para todos los pueblos de España que no entran en su nueva definición. Es por eso que ya podemos definir, sin lugar a dudas, que la soberanía de Catalunya reside en el pueblo catalán y que su inclusión o no en España es exclusiva potestad del pueblo catalán y que, en base a la soberanía natural de los pueblos, puede establecer su secesión del resto de pueblos españoles, cuando así lo considere. Otra situación bien diferente sería si quisiera asociarse de nuevo a España, dado que entonces debería contar con la aceptación de los pueblos que en ese momento la conformaran.

En resumen: la soberanía de Catalunya reside exclusivamente en el pueblo catalán y la negación de esta realidad constituye una prueba más de que España es un país donde no se entiende la realidad de los términos “soberanía” y “democracia”.

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