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Para
contestar a esto no habría que extenderse demasiado, pero en esta ocasión lo
vamos a hacer para que no queden huecos en algo que no es un simple
razonamiento, sino una realidad que cada poco tiempo nos sacude haciendo que
supuestos gobiernos democráticos actúen mal ante la amenaza de una asonada.
Si señores,
la limitada democracia española ha sufrido varias amenazas por parte del
ejército español con posterioridad al 23F y al caso Galaxia. De muchos de esos
intentos no habremos ni oído hablar, pero Felipe González en sus memorias nos
relata que tras el atentado de Hipercor (16/6/1997), del que hay una cierta
corresponsabilidad policial, el ejército intentó usarlo como palanca para
sublevarse. González es muy claro explicando cómo se presentó la situación, la
alarma que le generó, pero un poco menos en la forma en que se superó la
situación. El segundo ejemplo nos llega ahora de la mano de las memorias de
otro político, José Bono. En este caso tenemos un nombre, el del teniente
general Mena, que se permitió un discurso contra un Estatut que aún estaba
desarrollándose, e instaurando un clima pregolpista en la cúpula militar.
Tampoco vamos a entrar en como Bono solucionó esos instantes ya que el exministro
en muy dado a la fantasía. Desconocemos la auténtica gravedad de aquel
instante, pero sabemos que aquello limitó los impulsos reformistas de José Luís
Rodríguez Zapatero.
Son dos
ejemplos, pero sabemos que hay más y, en todos ellos, el poder militar ha influenciado
en los poderes democráticos limitando a la voluntad y soberanía del Pueblo
Español.
Con esto ya
conocemos la voluntad y el peligro que supone la institución militar a través
de unos mandos que siguen asilvestrados en comportamientos de intolerancia
dictatorial. Pero ahora vamos a conocer el grado de honradez de las cúpulas
militares. Por desgracia lo vamos a tener que mirar desde la superficie, ya que
cada vez que alguien ha tenido un impulso de honradez y ha intentado hablar y
cambiar un modelo tan pecaminoso, ha sido destruido sin compasión. Tenemos el
caso del teniente Luís Gonzalo Segura, que todos conocemos. Pero también están
los casos de Juan Sebastián Elcano, que se terminó culpando a cadetes, pero
parece que existía todo el trasfondo de una estructura creada para el tráfico
de drogas y que se ha obviado. Y ahora se habla de una muerte que se trató como
algo circunstancial cuando hay informaciones que hablan que el fallecido
trataba de denunciar otra red de tráfico de
drogas dentro de los estamentos militares.
Hay más,
pero en todas las ocasiones, tan pronto un individuo ha empezado a hablar se le
ha tapado la boca. Y es que el ejército no solo tiene la fuerza de las armas,
al parecer mantiene a organizaciones secretas de carácter mafioso, algo que ya
sería ilegal si, además, no fuese delictivo.
Finalmente,
para terminar de dar forma a esta imagen de un ejército que trata de tapar una
estructura criminal o, como poco, cuyas carencias morales le impiden luchar
contra sus maldades internas mientras se mete sin escrúpulos ni compasión con
lo que sucede fuera y que no le compete; hablaremos del presupuesto militar.
Porque, ¿a nadie le extraña que en plena crisis aumente año tras años y encima
se quede corto y tenga que volver a ampliarse antes de acabar cada año? Porque
el Ejército, al margen de los juguetitos tan caros que se compra para defender
isla Perejil, despilfarra miles de millones cada año sin ningún tipo de
transparencia. De tanto en tanto sabemos que la Casa Real tiene un presupuesto adicional
a través de las Fuerzas Armadas, lo que hace sospechar que eso es así para que
el monarca no delate algunos abusos de las altas esferas castrenses. También
nos llegan datos de fortunas gastadas en centros de relax para los mandos:
campos de golf, residencias, piscinas cuya líquido debe ser champang… porque
siempre los gastos de mantenimiento de esos lugares están brutalmente inflados
y, sin embargo, ningún ministro hace nada.
De todas
formas, hasta hace un par de décadas, los ciudadanos teníamos que hacer la mili
y todos los que tuvimos esa desdicha pudimos comprobar evidentes casos de
corrupción que, incluso a un concejal de temas inmobiliarios de la era Aznar,
generarían incredulidad. Basta con decir que cada mes cambiaban al suboficial
de cocina de mi cuartel y al acabar este se compraba un coche nuevo… y no
cualquier coche: Toyota, BMW, Mercedes… Vamos, algo que evidentemente no se
podía pagar con un mísero salario de suboficial. Y si esto se permitía a los
suboficiales ya podemos imaginar qué podía ocurrir subiendo en la escala
militar. Lo que está claro es que ese dinero tenía que salir de algún sitio…
ahora piensen qué podía pasar con los soldados de remplazo que de ningún modo
en el año que iban a pasar “de romano” llegarían a formar parte del estamento
militar.
En fin, ya
conocemos la fuerza y la moralidad del estamento militar, ahora nos toca
conocer de donde surgen sus “valores”.
Si nos
fijamos en los nombres de nuestros militares, veremos que la mayoría de ellos
forman parte de una Casta muy endogámica que lleva con orgullo unas pocas
decenas de apellidos que se repiten una y otra vez a lo largo del tiempo. Desde
los conocidos Milans del Bosch, de remoto origen catalán y, que siempre ha
habido uno en todos los intentos golpistas desde el siglo XIX, fuesen estos
intentos de la tendencia que fuese, pasando por los Mena, Saenz de Santamaría,
Ynestrillas…
La carrera
militar, de todas formas, por mucho apellido que tengas, no es fácil, en contra
de lo que muchos piensan. Empiezas con un cargo muy bajo y tienes que ir
subiendo poco a poco, mientras te trasladan de una punta a otra del país. Si
eres la primera generación que forma parte de esa institución, habrás podido
vivir en un mismo lugar durante tu primera juventud con lo que tendrás un cierto
arraigo a una tierra, pero si tu familia ya lleva generaciones sintiendo en su
interior la llamada del patriotismo de Casta, tú habrás vivido una infancia de
aquí para allá y teniendo a otros hijos de militares como únicos amigos, por lo
que tu arraigo será cero.
Y ahí es
donde se esconde la respuesta a la pregunta del principio. Porque los valores
militares no son malos porque el ejército cuente con más poder del conveniente
para un estado democrático, ni porque todas sus estructuras estén dominadas por
la corrupción y en ocasiones, incluso, la auténtica delincuencia mafiosa. La
verdadera razón de que los valores militares sean tan malvados, es que están
ligados a un feroz patriotismo a un país imaginario. Porque los militares no
tienen arraigo con ninguna de las tierras que supuestamente forman su patria y
son incapaces de sentir y respetar a los diferentes pueblos que han construido,
queriendo o sin querer, la verdadera España. En pocas palabras, el ejército
español es una fuerza invasora en su propio país ya que no existe en todo el
ejército un solo español de verdad, son todos hijos de un país imaginario en el
que solo un militar y, como mucho, un terrorista de ultraderecha, desearían
vivir.
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