Lo que está
pasando, contra Catalunya, es algo que los independentistas (no hablo de
nacionalistas que es otra cosa) llevaban mucho tiempo advirtiendo.
El PSOE de Felipe
González, en plenos JJ.OO. de Barcelona, no solo no quiso hacer caso, sino que
actuó de forma, incluso ofensiva, respecto a Catalunya. Y lo hizo en un momento
muy poco adecuado porque en aquellos momentos nacía un nuevo PP que basaría gran
parte de sus estrategias de crecimiento en fomentar el odio contra los
territorios en que tenía muy poco que ganar. Territorios que, de algún modo,
sustentarían a ese PSOE traidorzuelo, durante los años siguientes.
Los buenos modos de
los inicios democráticos, cuando la catalanofobía se maquillaba gracias a
entender sus ligaduras con el franquismo, se fueron difuminando, y solo los que
eran capaces de sentirlo en su piel, podían ver venir los cambios que vendrían.
Así que a comienzos
de los 90 ya se empezó a pedir el blindaje de determinadas prerrogativas
autonómicas, pero un PSOE en clave andaluza no hizo ni caso. Y el PSC, donde
algunos de sus miembros ya defendían esa postura, callaba al llegar a Madrid.
Con el amanecer
dorado del PP (tal es la sensación que siempre ha dejado en tierras catalanas),
en seguida se manifestaron la fragilidad de los valores democráticos del
sistema autonómico. De este modo, un partido anclado en la filosofía
españolista del franquismo, inició un ataque continuado a esos valores
democráticos y autonómicos.
La victoria del
PSOE de Zapatero fue un largo espejismo durante el que la voluntad del PP se
siguió manifestando a través de un Tribunal Constitucional al que se puede
llamar de todo menos constitucional. Así que con el retorno del PP solo se podía
esperar lo que tenemos, el imperio del terror españolista.
Esto no se entiende
desde España. No se entiende que la mayoría de los catalanes ve una traición de
España hacia Catalunya y que, en origen, no eran independentistas. También es
cierto que hay al menos un 5% de “catalanes” que nunca se han integrado a la
vida en Catalunya y que apoyan estos ataques a todo lo que huele a catalán,
pero en su gran mayoría es gente que vive en áreas concretas de Catalunya,
formando guetos que defienden un extraño derecho a la ignorancia. Después, un
puñado de trepas o personas con odios personales, han formado una
representación poco sincera de estos individuos.
Por su parte, los
llamados partidos independentistas, puede que no sean mucho mejores, son
políticos y durante años han jugado a “la puta y la Ramoneta”; pero que hoy,
entre la espada y la pared, no les queda más remedio que seguir la trayectoria
que les impone la sociedad civil catalana. No sé si son conscientes de que los
catalanes les llevan a una inmolación casi gratuita, porque el día que se
lograra la Independencia, los catalanes elegirían un camino mejor y al margen
de ellos… la sociedad ha demostrado que, al menos en Catalunya, sí puede.
Esta última razón
es la que más debería interesar al ciudadano español si quiere verse libre de
una oligarquía de gobernantes que está arruinando a España. No digo que los
españoles apoyen a Catalunya, porque es muy difícil entender eso desde lejos,
pero deberían apoyarse a sí mismos y seguir el ejemplo que la ilusión
independentista despierta en Catalunya. Liberarse de su oligarquía debería ser
el objetivo ilusionador que despertara a
España. Pero todo empieza por ir a votar y hacerlo en contra de los de siempre
y en contra de las derechas que desean más de lo mismo.